El arte de vivir por Úrsula Buzio
Suelo decir que soy autodidacta hasta en el arte de vivir.
No poseo título académico alguno, pero sí una larga experiencia de vida.
Tuve un resto visual hasta los cincuenta años. A partir de entonces, comencé a perder paulatinamente la vista, en estos momentos tengo visión luz.
Realicé mis estudios primarios en una escuela común de la pequeña ciudad donde viví hasta los 17 años.
Edad en la que me vine a la ciudad de Buenos Aires, Capital de mi país Argentina y en la que aún resido.
La vista que tuve, fue determinante en mi vida. Siendo ciega total y sin apoyo familiar alguno, no hubiese podido llevar a cabo las tareas que realicé.
A los 33 años me casé con una de las personas ciegas más capaces que he conocido.
A los 38 me jubilé por una Ley especial. Para entonces teníamos la idea de adoptar un niño y nuestra intención era que se criara conmigo en casa y no tener que dejarlo en una guardería.
Conocí la existencia del sistema Braille al poco tiempo de haber llegado a la Capital. Con la indicación de cómo se utilizaba la pizarra y un equivalente del abecedario en tinta que me proporcionó una joven que estudiaba para maestra de ciegos, poniendo todo mi empeño de a poco lo fui aprendiendo. Comencé a leer mis primeros libros, en tinta me requería tanto esfuerzo que terminaba por no comprender del todo lo que leía.
Colaborando con mis compañeros ciegos fui asimilando sus comportamientos. Ignoraba por entonces que alguna vez me serían imprescindibles para continuar adelante como persona ciega.
Centrándome en el hoy, les cuento: estoy separada desde hace varios años y nuestro hijo, quien ya tiene 38 años hace diez que se fue en busca de su propio destino como corresponde.
Reconozco que me enfado mucho con la ceguera, lo que no me impide desafiarla cada día, con el propósito de ser lo más independiente que me sea posible.
Para ello, me valgo de la computadora, del sistema Braille, inventando códigos y manteniendo el orden de las cosas.
Además, tengo siempre presente que comparto la vida, también con gente con vista por lo que no debo olvidar ciertos detalles.
Solo les daré dos ejemplos para no hacer tan extenso este testimonio.
Se me dio por revisar las llaves para encender la luz con el fin de marcarlas antes de perderla escaza visión que me queda y me sorprendió al comprobar que todas encienden hacia la derecha y apagan hacia la izquierda.
Marco el revés de los manteles y por detrás a unos adornos que tengo sobre mi modular para no ponerlos patas para arriba.
Dejo aquí para no atosigarlos y me despido de ustedes con la esperanza de que mi experiencia pueda servirles de algo.
Un fuerte abrazo y todo mi afecto.
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Perder la vista es muy duro, Yo siempre no he visto casi nada. Pero he hoido muchas cosas , pienso que es muy duro.Me a enencantado el artículo. Gracias por escribirlo y mandarlo. Me parece muy interesante este artículo
Gracias por contarnos algo de ti.
Dios me ha bendecido con la gracia de poder tenerla muy cerca, a lo que contó, debo agregar que es muy modesta en describirse, para mí es un ejemplo de vida, y al no contarlo ella yo no soy quien para decirlo, pero su vida desde su infancia no fue nada fácil, y sorteo cada dificultad que le puso la vida. Logro cada objetivo que se propuso,sin importar la dificultad. Sos el ejemplo a seguir, con o sin tus locuras, pero te amo tía.
Hola Ángel Alberto, te agradecemos tu comentario. Se lo haremos llegar a Ursula. Gracias por leernos.
Sí, ella es una persona maravillosa, y todos sus relatos merecen atención esmerada, para aprovechar sus enseñanzas de toda índole.
Hola Diana, te agradecemos tu comentario. Gracias por leernos
Hola Úrsula. Admirable tu breve historia. Deberíamos aprender de tí quienes vemos sin valorar nuestros sentidos. Gracias por enseñarnos a valorar lo que tenemos.